24 enero de 2012
La acidez es un dato positivo en los cafés. Les proporciona una chispa agridulce, esencial para mejorar la experiencia sensorial de los cafés Arábicas finos, pasando de ser una sensación apagada y pesada a una viva y compleja.
Además, señala la presencia de unos ácidos orgánicos con potentes capacidades antioxidantes que han ayudado a cambiar la percepción del café, de una amenaza para la salud a una bebida saludable.
Sin embargo, hay muchos amantes del café (y de la cafeína) que se encuentran con que sus aparatos digestivos no pueden manejar esa gran cantidad de ácidos orgánicos saludables o que su aparato sensorial no acepta esa sensación en el paladar.
Para ellos hay dos opciones. Por un lado, están los cafés que se venden exclusivamente como cafés bajos en acidez y que, con el tiempo, han conseguido formar parte de la oferta de cafés disponibles en el mercado. De otro lado, se encuentran los que, aún no siendo presentados como cafés bajos en acidez, si se les asume una acidez baja, ya sea por motivos no intencionados, ya sea por motivos naturales. Por ejemplo, los cafés con un tueste alto, particularmente los tostados a un punto muy oscuro (tipo french o city), ven reducida su acidez de forma dramática (además de otras virtudes).
Para aquellos, como nosotros, que preferimos café con un tueste medio, nuestra búsqueda deberá de ir orientada hacia cafés que, de forma natural, contienen una baja acidez. Nos referimos a aquellos cafés que han sido producidos a una baja altitud (cuanto más baja es la altitud en la que se producen el café menor será su acidez). Esta característica se ha visto complementada con un procesamiento de la cereza por el método natural o seco (el café se deja secar dentro de la cereza) o por el método semi-lavado (se elimina la cereza, pero los granos son secados con el mucílago que los rodea).
Los cafés de Brasil son los mayores representantes de este tipo de cafés, seguidos por los cafés de la isla de Sumatra.